jueves, 24 de octubre de 2013

Crónicas de Londres

Gunter Silva Passuni
Atalaya editores, 2012
124 págs.

Varios son los escritores peruanos que han optado por el autoexilio para entregarse de lleno a sus búsquedas estéticas. Desde ahora entre ellos tenemos que contar a Gunter Silva Passuni, quien dejó La Merced, Chanchamayo, para sumarse al trajín cultural europeo. Y desde allí nos ha dado a conocer su primer fruto: Crónicas de Londres.
            En este conjunto de narraciones breves la capital del Reino Unido parece el telón de fondo de las vicisitudes del inmigrante latinoamericano, quien se encuentra por lo común en una situación de pobreza o, en el mejor de los casos, sumergido en el estrés de la inestabilidad laboral. Sin embargo estos elementos no convierten al libro de Silva Passuni en uno de carácter meramente sociológico. Su lenguaje reposado, cubierto a ratos con trazos de un lirismo melancólico, se entrelaza con los finales abiertos de las historias, los cuales apuntan tanto a la violencia, la locura y el castigo como a la esperanza. Esta última se relaciona con el ejercicio de la literatura, como en el cuento Poeta muerto, en el que un estudiante universitario está al borde de la desdicha, pero el recuerdo de un antiguo vate y la posibilidad de traducirlo para el público inglés hace “que un sol inusitado [aparezca] sobre la ciudad”. Algo semejante ocurre en París era una fiesta, si ganabas en pounds, texto de corte autobiográfico en el que se asocia la alegría vital con la pasión por la belleza y el arte.
            Resulta llamativo que, además del espacio geográfico, otra sea también la idea central que subyace y vincula a cada uno de estos relatos. Los personajes asumen el amor de forma muy humana: como aquello que no necesita ser eterno para ser verdadero. Así, en La foto perfecta el protagonista ayuda en los preparativos de la boda de su ex pareja, mientras recuerda los agradables momentos que compartió con ella y se alegra por su nueva vida; en Lottie una mujer adulta conjura su soledad gracias al breve afecto de un joven; y en Vino tinto en Mac Donalds la locuacidad y ternura de una jovencita encandilan a un muchacho, quien descuida la realización de un delito.

            Crónicas de Londres es un libro recomendable, que invita a una dulce languidez. 


Julio Meza Díaz

(Publicado originalmente en la revista literaria El Buen Salvaje Nro. 6).

Conversaciones en la Ciudad de Cartón

Miguel Det y Águeda Noriega.
Conversaciones en la Ciudad de Cartón.

Lima: Contracultura, 2011, 64 p.

Martín Adán es aquel mito cierto que encarnó ora a Rafael de la Fuente Benavides (su verdadero nombre) ora a la poesía misma. Además de la fuerza de su obra, la vida con la que cargó estuvo atravesada por circunstancias verdaderamente singulares. Autor adolescente celebrado por un libro brillante, se autoexilia en el hospital psiquiátrico Larco Herrera y desde allí parte a largas travesía alcohólicas durante las cuales escribe en servilletas y se entrevista con noveles artistas e incluso recibe la visita de gigantes como Allen Ginsberg. Tratar de recoger estos y otros hitos de sus días es un trabajo de difícil realización. Aunque ello se ha logrado en detalladas investigaciones, no se había intentado antes mediante el arte del comic y sus amplias posibilidades expresivas. Este es el desafío al que se han enfrentado Miguel Det y Águeda Noriega y del que en nuestra opinión han salido bien librados y con una victoria estética de valor.

El tejido de los lenguajes

Conversaciones en la Ciudad de Cartón es una biografía de Martín Adán novelada en forma gráfica. Las páginas iniciales nos lo muestran anciano, enfermo y esperando la llegada de la muerte como purificación y acto de libertad final. Luego la historia se dispersa en un transcurrir de voces que se reparten en distintos pasajes y momentos. Entre otros se entremezclan los diálogos de Martín Adán con José Carlos Mariátegui, con Ramón, el hermano fallecido y alter ego del poeta, y con los jóvenes a quienes se confiesa entre bebidas. La línea que vincula estos intercambios es el devenir del personaje central pero también la capacidad de la palabra para gestar un entretejido de reflexiones y cuestionamientos, el cual termina incluso por interpelar al lector y los sucesos más recientes. No por gusto se dedica una página a contrastar la cuidada apariencia de ciertos políticos con sus actos de corrupción y sus endebles discursos. (p. 57) La apuesta es por una permanente construcción de significados.
Para sostener este propósito se elabora una estructura compleja. Se recurre a saltos espacio-temporales entre el Martín Adán adolescente, el joven y el de sus últimos años. También se evidencia las elaboraciones de su mundo interior como su participación en la vida pública. Estos ejes se concatenan hasta conformar un relato envolvente, lo que se puede comprobar revisando cualquier fragmento. Por ejemplo, mientras el espectro de Martín Adán explica sus razones de vida cruza la escena un Charlot borracho y en seguida nos encontramos ante la orden de internamiento del poeta por alcoholismo en 1935. Luego, casi sin respetar la continuidad, nos sorprenden los recuerdos sobre  José María Eguren y César Vallejo. (p. 25-27) Es cierto que estos giros y detalles requieren de un lector atento y entrenado. Sin embargo no dejan de ser atractivos y generar una apasionada lectura.
Un componente llamativo se añade a las anteriores técnicas y se ubica en el centro mismo del libro. Martín Adán luce joven y con el dorso desnudo. Describe los malecones de Barranco y sus jardines. A su espalda gira un mundo rodeado por el vuelo de palomas blancas. (p. 38) Esta viñeta es la dinamo hacia la que se conduce la primera mitad del libro y de donde recomienza el resto. Dicha segmentación parece sugerir dos etapas significativas: la progresiva pérdida de la inocencia y el despertar sexual.

Poesía plástica

Una característica lograda de Conversaciones en la Ciudad de Cartón es la fluidez con que dialogan los versos seleccionados de Martín Adán y el trazo y la composición de los dibujos de Det y Águeda. Esta interconexión entre lenguajes distintos no resbala en ningún momento en la simple reproducción gráfica del contenido escrito. Se apuesta por potenciar los textos con imágenes y lograr así mayores reverberaciones semánticas. Un ejemplo son las páginas dedicadas al paseo que Martín Adán realiza desde el hospital psiquiátrico Larco Herrera hasta una tupida arboleda. Mientras se suceden fragmentos poéticos sobre el amor y el deseo una pareja de amantes reclama su frustración y una mujer que de lejos exhibe un bello semblante revela en la proximidad el rostro de la muerte. (pp. 48-51)
Entre el torrente de imágenes destacan dos constantes. La primera es la obsesión por los claroscuros y las cabelleras imbricadas, elementos que parecieran referir de modo simbólico a la propia estructura del relato. La otra es el empleo de las líneas redondas y amenas, las que tienen como objetivo oxigenar la densidad de la narración. Ambos estilos gráficos están distribuidos buscando compensarse. Con ello se logra imprimir un ritmo armonioso y se enriquece la superficie visual. Este contraste funciona con destacado acierto en el intercambio entre los momentos apacibles de un Martín Adán joven acompañado de su hermano y la desesperación alcohólica en la que cae un Martín Adán envejecido y solitario.
            Párrafo aparte merece la técnica que se emplea para diseñar el fantasma de Martín Adán. Este, que cuando vivo y adolescente recorría la ciudad mediante el tranvía, ahora lo hace en el transporte público conocido como combi. Deja la estela de su presencia en un soliloquio poético enfebrecido y en la contemplación de los demás pasajeros, quienes ya no poseen los rasgos de los limeños de inicios del XX sino los de los actuales habitantes de la capital: una población mestiza con marcados elementos andinos y usuaria de artefactos tecnológicos como el celular. Así, el Martín Adán post mortem es un ente que se perfila a partir de la observación a los otros.

Figuras históricas

Entre otras figuras aparecen en la novela José Carlos Mariátegui, César Vallejo, José María Eguren, Raúl Porras Barrenechea, Estuardo Núñez, Luis Alberto Sánchez, Víctor Andrés Belaúnde y José Jiménez Borja. Si bien estos personajes son empleados para señalar las influencias académicas como políticas de Martín Adán también permiten ubicarlo en determinados momentos de la historia peruana. Cabe señalar que a esta lógica biográfica se le suman los recursos de la ficción pero sobre todo la voluntad de romper prejuicios. Así, estas presencias no son simples monigotes sino sujetos de ricos matices y constante crítica.
Destacan los pasajes dedicados a José Carlos Mariátegui, José Jiménez Borja y Estuardo Núñez.
Martín Adán se entrevista con Mariátegui, quien con un original de La Casa de Cartón en la mano le dice: “¿De modo que usted es el joven de buena familia que quiere publicar irrespetuosos párrafos sobre ella, eh?”. Martín Adán queda lelo y Mariátegui continúa: “Digamos que eso explica porqué no busca a un Riva Agüero para suplicar prólogo…”. (p. 6). Poco después Martín Adán participa en la revista Amauta. Le lee a Mariátegui su más reciente colaboración: “¿Josefina Baker bailando calata? ¿¿Jazz?? ¡Jamás! El repertorio del Amauta se reduce a la internacional, kaswas y yaravíes”. Y añade: “¿Qué le pareció mi reseña, José Carlos?”. Mariátegui responde envuelto en carcajadas: “¡Ahora solo falta que algún lector ingenuo se lo crea!”. (p. 9) El retrato de Mariátegui se detiene en su corrosivo aunque poco famoso sentido del humor. Queda claro su compromiso social y filiación política pero también su amplio juicio estético, el que no se somete a ningún dictado ideológico.
En la misma página se da cuenta de la polémica desatada entre Mariátegui y José Jiménez Borja, quien fuera dirigente de la Acción Social de la Juventud (ASJ). Martín Adán se matricula en algunos cursos de la ASJ, pero Jiménez Borja lo asume como miembro completo de su agrupación católica. Luego de las pullas entre ambos intelectuales por la filiación política de Martín Adán, este cae en la confusión por el escándalo y porque parece sentirse timado. Sin embargo Estuardo Núñez le aclara la circunstancia a su amigo: “¡Calma, Rafael! Esos comehostias de la ASJ solo querían disfrazar su conservadurismo político con una “ideología novedosa””, (pp. 9-10) y un Martín Adán ya mayor agrega, con el panorama observado ahora desde la experiencia: “En mi interior deseé que Mariátegui pagase aquellas horas de angustia que mi participación en Amauta involuntariamente me había causado con un hijo o nieto imbécil de hibridez monstruosa, un “liberal-conservador””. (p. 10).

Invitación

Es una lástima que algunos lectores y críticos peruanos sigan asumiendo  la novela gráfica como un género literario menor. Quizá esto explica que Conversaciones en la Ciudad de Cartón haya pasado casi desapercibido o, lo que es peor, haya recibido comentarios de desdén por su elaboración neobarroca. Sin embargo para nosotros queda claro que este libro de Det y Águeda es un aporte descollante al comic local y un complemento a los esfuerzos biográficos sobre Martín Adán de José Antonio Bravo y Luis Vargas Durand.
Conversaciones en la Ciudad de Cartón es una invitación al mundo del poeta de los lelos y frágiles inviernos de Barranco.



Julio Meza Díaz

(Publicado originalmente en la página web "el roommate: colectivo de lectores").

El Cuento Peruano 2001-2010

El Cuento Peruano 2001-2010
Ricardo González Vigil
Ediciones Copé. Lima, 2013, 2 Vol.

Quizá haya lectores que conozcan a Ricardo González Vigil solo por los artículos y reseñas que ha escrito para el diario El Comercio desde hace varios lustros. De ser así cabe una enmienda. González Vigil (GV) es un crítico literario de sólida formación y larga trayectoria. Entre otros temas sus trabajos han abordado los desarrollos creativos de figuras centrales de la literatura peruana como el Inca Garcilaso de la Vega, César Vallejo, José María Arguedas y Gamaliel Churata. Estos aportes han merecido varios reconocimientos. Por ejemplo la editorial Cátedra acogió un ensayo suyo que presenta la edición de Los ríos profundos (Cátedra, 1998) para el catálogo Letras Hispánicas y su esfuerzo como recopilador y estudioso de la obra completa de Vallejo fue reeditado (PetroPerú, 2012). Sus investigaciones se han detenido también en los autores de las décadas del 50 y 60, lo que se aprecia en el tomo Años decisivos de la narrativa peruana (San Marcos, 2008). Paralelamente ha ejercido las labores de conferencista y docente universitario. Sus credenciales académicas entonces no son pocas. Y fundándose en ellas se ha empeñado en la que tal vez sea su obra monumental: la compilación de los más destacados cuentos peruanos.
Aunque no han sido publicados en el orden en el que los presentamos, este proyecto parte con el libro El cuento peruano hasta 1919 (Copé, 1992) y prosigue con los dedicados a los lapsos de 1920-1941, 1942-1958, 1959-1967, 1968-1974, 1975-1979, 1980-1989 y 1990-2000. Sin embargo la tarea no ha concluido. GV ha sacado recientemente a la luz El cuento peruano 2001-2010.
En esta entrega han sido 69 los textos elegidos, los que si bien no mantienen un nivel de calidad parejo constituyen un muestrario importante del estado en que se encuentra la prosa última en el país. Quizá lo más debatible sea el criterio de selección. Se ha optado por las publicaciones de algunos escritores aparecidos en períodos precedentes, lo cual se ha justificado con el alto valor estético de sus cuentos. En ocasiones, el compromiso de algunos autores con la gestión cultural luce tan relevante como el mérito estético, puesto que ese dato es el que se subraya en la página que se les dedica. El marco empleado ha sido así bastante amplio. No obstante, aunque esta apertura quizá no permite identificar límites claros, nos revela que en GV subyace una voluntad inclusiva y, sobre todo, no pontificante.
            Esta preocupación dialógica por las diversas aristas de la literatura peruana se puede apreciar en varios elementos. Aunque la sección reservada a la narrativa de ficción es la más extensa, se ha consagrado un espacio a la etnoliteratura y la tradición oral, formas literarias que no son atendidas por otros críticos pero que GV recoge y analiza. En este apartado destaca la presencia de Luis Urteaga Cabrera, quien antaño rompiera fuego con Los hijos del orden (Mosca azul, 1973) y ahora con el mismo talento acopia luminosas historias de la Amazonía como La navegación. A contra corriente de quienes lo han tachado como un académico centrado únicamente en la narrativa realista, en esta oportunidad GV no solo confirma su interés por lo fantástico y la ciencia ficción (lo cual motivó en el pasado sus escritos sobre José Durand y José Adolph), sino también señala a dos relatos circunscritos en dichos géneros como los mejores del conjunto: El inventario de las naves de Alexis Iparraguirre e Historia de Manuel de Masías, el hombre que creó el rocoto relleno y cocinó para el diablo de Carlos Herrera. GV coincide así con especialistas del tema como Gonzalo Portals, Elton Honores y Daniel Salvo, y da cuenta de cómo la vertiente no-realista de la literatura peruana ha ensanchado su cauce durante los últimos años. Aquí corresponde resaltar el interés de GV por Carlos Herrera, verdadero talento aparecido a fines de 1980 y que en su momento no fue leído con atención por algunos reseñistas de diarios. Recordemos que Herrera posee al menos dos libros brillantes, los que ojalá consigan una pronta reedición: la novela Blanco y negro y el conjunto de relatos Crueldad del ajedrez. GV no desdeña ni invisibiliza a autores que si bien no han sido seleccionados han realizado una fecunda tarea de magisterio mediante talleres de creación. Entre ellos menciona a Alonso Cueto e Iván Thays, quienes han dirigido una escuela de escritura en el centro cultural de la PUCP.
            Otro aspecto llamativo es la referencia a ciertas “argollas” o “mafias” literarias que, en palabras del antologador, “solo toleran que se conceda migajas del mercado editorial (incluso lo hacen para disfrazar sus tentáculos y sostener ladinamente que nadie es excluido) a los que no pertenecen a ellas, en particular a los que osan atentar contra su poder” (pág. 25). Esta declaración se agrega a otras del mismo corte, las que han sido expuestas en varios artículos de la revista de literatura Siete Culebras dirigida por Mario Guevara, en las entrevistas de Las preguntas del Ornitorrinco (Orem, 2010) de Ricardo Ayllón y en el libro de crítica y memoria Poesía en rock (Altazor, 2011) de Carlos Torres Rotondo y José Carlos Yrigoyen. En seguida GV trata de dirimir la disputa en que se envolvieron diversos escritores, periodistas e intelectuales el 2005. Censura que el debate ideológico haya virado al plano del ataque personal y se opone al maniqueísmo que implica asumir la existencia de escritores “andinos” y “criollos”. Se posiciona más bien en la perspectiva de Luis Nieto Degregori y Zein Zorrilla, quienes continúan el trazo de Arguedas y Churata y entienden lo andino como la suma de una raíz que se funda y nutre de la herencia cultural y una espesura que no desconoce sino respira la multiplicidad de su entorno y de lo universal. Finalmente da cuenta de los riesgos de la globalización (o “bobalización”, como la denomina) pues esta tiende a allanar las diferencias bajo un único modelo estético, menoscabando la riqueza literaria que se origina en la convivencia de discursos heterogéneos.
El Cuento Peruano 2001-2010 es una invitación a profundizar en nuestras voces y ratifica a Gonzalez Vigil como un crítico valioso que intenta comprender sin mezquindades el devenir de la literatura peruana. 

Julio Meza Díaz

(Publicado originalmente en la revista literaria El Buen Salvaje Nro. 7).

jueves, 16 de mayo de 2013

Los caminantes de sonora


Varios Autores.
Los caminantes de Sonora.
Lima: Ediciones Copé, 2013, 424 p.

Que en nuestro país una empresa, sea pública, privada o mixta, invierta en cultura es algo tan extraño como un vaso de agua en medio del desierto. Que la misma empresa mantenga desde hace más de treinta años una tenaz apuesta por la literatura es un acto que no solo impresiona, sino también despierta respeto y esperanza. Este es el caso de Petro Perú, quien con buena voluntad promueve y mantiene el Premio Copé. Este galardón puede interpretarse como un ejemplo que encara a los nuevos tecnócratas y su limitado discurso de responsabilidad social: no solo lo autosustentable en términos económicos merece atención. ¿O acaso todo se explica y justifica por las leyes del mercado? Cabe entonces un agradecimiento a Petro Perú y, sobre todo, a su Departamento de Relaciones Corporativas.

Los caminantes de Sonora es el tomo que reúne a los cuentos ganadores y finalistas del más reciente Premio Copé. El cuento que mereció el primer lugar, y del que se ha extraído el título para el libro, es obra de Christ Gutiérrez-Rodríguez, quien ha logrado trazar un tenso relato sobre la violencia que sufren los inmigrantes que cruzan ilegalmente la frontera estadounidense. El tema es muy actual. Ha sido abordado por narradores de distintas partes de Latinoamérica (por ejemplo, Eduardo González Viaña en El corrido de Dante y Edmundo Paz Soldán en Norte) y es objeto de numerosos estudios desde las Ciencias Sociales y el Derecho. Otros cuentos de interés son El libro de la sabiduría de Alejandro Neyra y Lo que sabemos de Neri de Miguel Ruiz Effio. El primero echa mano de elementos históricos para construir una biografía absurda con logrados pasajes humorísticos. El siguiente posee una estructura que sigue la lógica de las instalaciones de las artes plásticas: reúne textos de distintas voces e incluso manuscritos y fotografías.

Resulta curioso no hallar cuentos de ciencia ficción, sobre todo si se aprecian los ensayos del crítico local Elton Honores, quien ha argumentado con rigor y pertinencia que nuestra tradición posee destacados representantes del género y que en la actualidad son muchos los autores que construyen su obra recogiendo estas influencias, entre otras de la misma estética.

Los caminantes de sonora es una atractiva muestra de las posibilidades del relato breve. Su lectura es recomendable.


Julio Meza Díaz

(Publicado originalmente en la revista literaria El Buen Salvaje Nro. 5).

Bienvenido a mi vida, dictador


Alejando Herrera
Bienvenido a mi vida, dictador
Lima, Borrador Editores, 2012, 260 p.

En la novela de Alejandro Herrera, narrador de Ancash que reside actualmente en Londres, la influencia de los textos de largo aliento de Edgardo Rivera Martínez es notoria. La realidad circundante sirve sobre todo como telón de fondo a la historia privada de los personajes. Salvo hechos precisos (como cuando se menciona a la Reforma Agraria) lo que se subraya son los conflictos interiores de Víctor Salvador y su nieta Luisa. Esta última mantiene un diario íntimo, en el cual proporciona detalles sobre sus experiencias de colegiala y su amor por la literatura. Un claro guiño a Claudio, protagonista de País de Jauja, se da cuando Luisa, que proviene de la sierra peruana, escribe un cuento titulado Medea muere en su mar gris.

Esta influencia, sin embargo, es utilizada a modo de puerto de partida. La novela de Herrera no se desarrolla entorno de la conjunción feliz de la cultura occidental y andina. Su propósito más bien es visibilizar una fuente de violencia: el poder subyugante de una presencia paterna omnívora. Víctor Salvador es la cabeza de una familia importante de Vilcabamba, Apurímac. Forjó su riqueza a través de triquiñuelas legales y actos abusivos. Su avaricia se complementó con una mirada machista y dominante. Cuando decidió formar familia recurrió a un acto de compraventa para conseguir pareja. Buscando un sucesor varón se rodeó de hijas y ahora las intenta someter mediante la fuerza, el chantaje y la humillación. La arbitrariedad de Víctor Salvador llega a trastornar incluso la vida de sus nietos.  

Párrafo aparte merece la construcción de los personajes femeninos. No solo destacan los matices de la personalidad de Luisa, sino también los de otras mujeres. Por ejemplo Isabel, que, pese a su carácter agrio y ansioso, mantiene un amor secreto; o Claudia, que, si bien no comparte muchos intereses con Luisa, encuentra en ella una amiga con quien charlar sin inhibiciones. Curiosamente, en su diario íntimo, Luisa escribe sus impresiones luego de leer Madame Bovary y se pregunta cómo un hombre pudo describir tan bien la psicología de una mujer. Quizás alguna lectora pueda expresar algo semejante al respecto de la novela de Herrera.

Aunque pudo alcanzar mayores logros con una prosa más cuidada, Bienvenido a mi vida, dictador posee las suficientes virtudes como para convertir su lectura en una agradable experiencia.


Julio Meza Díaz

(Publicado originalmente en la revista literaria El Buen Salvaje Nro. 4).

La señora M. y otras historias germinales


Andrés Olave.
La señora M. y otras historias germinales.
Edita El Gato Descalzo, 2012, 60 p.
Se descarga gratuitamente en: http://wp.me/pjTg-1Uw

Aunque posee un potencial de difusión muy amplio, el libro digital aún está relegado en nuestro medio. Esto no ha desanimado a algunas editoriales, las cuales han guiado sus esfuerzos hacia esta forma de publicación. Entre ellas tenemos a Edita El Gato Descalzo, quien ya viene compartiendo con sus lectores más de diez títulos. Uno de estos es La señora M. y otras historias germinales.

Deudores del universo kafkiano, estos relatos están teñidos de elementos fantásticos y, sobre todo, de atmósferas opresivas y absurdas. Así se aprecian, por ejemplo, la historia de Hammels, carpintero, quien recibe en violenta caída desde el cielo tres mesas de madera; la de los compañeros de trabajo de Jonás Herbert, el cual cae en las profundidades filosas de un aserradero; y la de Madame Leverage, quien se somete a las peores humillaciones con tal de no abandonar un raro rito.

Aunque de distinta temática, los textos comparten dos elementos claves. Los personajes aparecen siempre vinculados al oficio que ejercen. Este pareciera no solo conseguirles su sustento, sino también empujarlos a un destino inexorable. Quizás el dolor de Abdulla Mandrullah se explica por su trabajo de afilador de cuchillos; la soledad de Hueders Nicholson, por la fama que ha conseguido como actor de cine; y el extraño deseo post mortem de Lester del Rey, por su  labor de escritor de ciencia ficción.

El otro elemento destacado es el uso del “cliffhanger”, recurso narrativo que se emplea por lo común en las series de televisión. Este consiste en detener una escena en el momento de mayor suspenso, lo cual genera interés en la audiencia por el siguiente episodio. En el caso del libro de Andrés Olave no hay continuación que resuelva la tirantez de los conflictos. Sin embargo esto no frustra al lector, sino más bien le abre las puertas a una experiencia polisémica.   

Junto a Eduardo Cuturrufo, Andrés Olave ha publicado también la novela de ciencia ficción Proyecto Apocalipsis (Arica: Ediciones Cinosargo, 2011). La señora M. y otras historias germinales ha confirmado su singular talento.


Julio Meza Díaz

(Publicado originalmente en la revista literaria El Buen Salvaje Nro. 3).

Sol de Tokyo


Francisco Joaquín Marro
Sol de Tokyo
Editorial Casa Tomada, 352 páginas.

Sol de Tokyo es una novela construida a la manera de la picaresca del Siglo de Oro español. No solo el modo en que presenta sus capítulos así lo evidencia, sino también las características de su personaje principal, homónimo del autor. Francisco es una suerte de hidalgo empobrecido en una ciudad que lo maltrata por su condición económica, su terco rechazo a los estudios universitarios y su apuesta por la creación literaria.

Atraviesa Sol de Tokyo otra novela, la cual, en clave cómica, detalla las aventuras de Sergio, un joven migrante que pugna por hacerse un lugar en los ambientes académico y periodístico. El contrapunto entre las historias de Francisco y Sergio nos revela una ciudad enferma por el racismo silencioso, la hipocresía del doble discurso y la pugna por la mejora laboral a toda costa.

Es curiosa la forma en que la narración se detiene en circunstancias claves de la historia reciente del país, la que aborda no desde el retrato fidedigno, sino mediante una reelaboración arbitraria pero funcional de los hechos. El mismo método se emplea para ironizar sobre el espacio literario limeño y sus diversas opciones estéticas.

Quizás al autor se le pueda apuntar a Bryce Echenique como principal influencia (lo que pareciera sugerir el pasaje en que dialogan Francisco y Martín Romaña). Sin embargo, salvo por su vocación para la verborrea entretenida, Francisco Joaquín no comparte con Bryce temáticas ni perspectivas del mundo.

Son varias las virtudes de Sol de Tokyo. Entre ellas podemos señalar su humor cáustico, que apela tanto a la cultura de masas como a los vínculos librescos; su prosa amigable, que linda a ratos con el ensayo pero jamás resbala en el postulado dogmático o partidario; su atmósfera absurda, que se elabora a través de las peripecias de sus protagonistas; y su ambición artística, que se refleja en la multitud de técnicas recogidas y en el certero uso de ellas para gestar una ficción divertida e inteligente.

Sol de Tokyo es una novela voluminosa, pero sobre todo es un texto tan rico en matices y referencias que, sin ninguna duda, merece una mayor atención del público y la crítica.


Julio Meza Díaz

(Publicado originalmente en la revista literaria El Buen Salvaje Nro. 2). 

Norte


Edmundo Paz Soldán
Norte
Barcelona. Mondadori, 2011. 282 págs.

Jesús es un joven psicópata que trepa como polizonte a los trenes para evitar a la policía. Martín es un talentoso artista plástico recluido en un sanatorio para discapacitados mentales. Michelle atraviesa una búsqueda sentimental mientras prepara los primeros bocetos de una novela gráfica. Los tres son latinos; se ubican en tiempos distintos pero en un mismo espacio: el ancho y ajeno territorio de los Estados Unidos.

Narrada con soltura, Norte se va construyendo a través de páginas que exhiben la miseria de hogares fracturados, que se detienen en la soledad del desarraigo, que hilvanan el complejo fluir de la conciencia. Esta vocación intimista hace de Norte no tanto una novela sobre migrantes, como una sobre la búsqueda de la felicidad. Jesús la vislumbra regando con sangre su turbulento camino; Martín la acaricia en la construcción de un rico universo estético; la suma de ambas experiencias (de Tánatos y Eros, respectivamente) allanan el camino para Michelle, quien se encuentra a sí misma en el espejo de su obra.

Norte incrementa su interés gracias a su discurrir momentáneo por el género policial. Esto le inyecta tensión a los sucesos y permite que los personajes se cuestionen sobre la violencia y sus implicancias. Destacan las reflexiones del sargento Fernández: “Todos los asesinos podían ser reducidos a una serie discreta de actitudes, obsesiones, compulsiones. Pero a todas [estas] ficciones les faltaba algo: “lo inexplicable”, aquello que no remitía a nada” (Pág. 201).

Un descuido se le puede reprochar a la novela: algunos de sus personajes secundarios son acartonados. Por ejemplo, Renata, la esposa de Jesús. Ella es una mujer ingenua, sumisa, que nunca sospecha nada de su pareja y que le perdona incluso las palizas que le propina. Ni siquiera cuando conoce el prontuario criminal de Jesús sale de su rol inverosímil.

Norte es una novela que a ratos deslumbra por sus escenas, que no permite ser abandonada por el buen engarce de sus historias y que, sobre todo, entretiene.

Julio Meza Díaz

Una misma noche


Leopoldo Brizuela
Una misma noche
Alfaguara, 2012, 276 páginas.

"Y es que Borges ha ido a comer con Videla. Y dice que Pinochet es, sin duda, un caballero. Y hace un culto de sus ancestros militares. Y a la vez es el único que me abre la posibilidad de un destino, que no sea ser padre, ni médico de policía, ni policía, ni muerto", reflexiona Leo Bazán, protagonista de Una misma noche, ante el laberinto político que le tocó vivir. Leo cuida de su anciana madre, da clases a jóvenes con intereses literarios y se ocupa en la elaboración de una novela. El robo a la casa de unos vecinos le gatilla el recuerdo de la violencia que ha tratado de olvidar. En 1976, durante la dictadura militar argentina, un grupo de paramilitares irrumpió en su hogar. Mientras hacían las preguntas de rigor, Leo se dedicó a tocar su piano.

¿Por qué reaccionó de este modo? ¿Quiso complacer a los paramilitares o demostrar que no era un simple “negrito”? A partir de estas preguntas la escritura para Leo sirve a modo de conexión entre el pasado y el presente, pero “no como quien informa, sino como quien descubre”. Así, las revelaciones se sucederán unas tras otras, en una suerte de policial sentimental, en donde no importa tanto el encontrar a los culpables como el reconstruir los trozos esparcidos de una identidad que se ha gestado en medio del horror. En su búsqueda, Leo saltará de la ficción a la historia y, por último, al sueño, pues, como apunta uno de los personajes, “quizá no haya verdad que la imaginación no intuya”.

Abandonadas las perspectivas maniqueas, Leo (y el lector) siente que las dudas lo señalan desde el espejo. “¿Solo acusamos para no ver que el mal que habita en el otro también acecha en uno?”.

Aunque a ratos resbala en el melodrama, Una misma noche es recomendable por su prosa transparente, la tensión a la que somete al lector y su reivindicación de la esencia intocable de lo humano: la dignidad. 

Julio Meza Díaz

(Publicado originalmente en la revista literaria el Buen Salvaje Nro. 1).