jueves, 24 de octubre de 2013

Crónicas de Londres

Gunter Silva Passuni
Atalaya editores, 2012
124 págs.

Varios son los escritores peruanos que han optado por el autoexilio para entregarse de lleno a sus búsquedas estéticas. Desde ahora entre ellos tenemos que contar a Gunter Silva Passuni, quien dejó La Merced, Chanchamayo, para sumarse al trajín cultural europeo. Y desde allí nos ha dado a conocer su primer fruto: Crónicas de Londres.
            En este conjunto de narraciones breves la capital del Reino Unido parece el telón de fondo de las vicisitudes del inmigrante latinoamericano, quien se encuentra por lo común en una situación de pobreza o, en el mejor de los casos, sumergido en el estrés de la inestabilidad laboral. Sin embargo estos elementos no convierten al libro de Silva Passuni en uno de carácter meramente sociológico. Su lenguaje reposado, cubierto a ratos con trazos de un lirismo melancólico, se entrelaza con los finales abiertos de las historias, los cuales apuntan tanto a la violencia, la locura y el castigo como a la esperanza. Esta última se relaciona con el ejercicio de la literatura, como en el cuento Poeta muerto, en el que un estudiante universitario está al borde de la desdicha, pero el recuerdo de un antiguo vate y la posibilidad de traducirlo para el público inglés hace “que un sol inusitado [aparezca] sobre la ciudad”. Algo semejante ocurre en París era una fiesta, si ganabas en pounds, texto de corte autobiográfico en el que se asocia la alegría vital con la pasión por la belleza y el arte.
            Resulta llamativo que, además del espacio geográfico, otra sea también la idea central que subyace y vincula a cada uno de estos relatos. Los personajes asumen el amor de forma muy humana: como aquello que no necesita ser eterno para ser verdadero. Así, en La foto perfecta el protagonista ayuda en los preparativos de la boda de su ex pareja, mientras recuerda los agradables momentos que compartió con ella y se alegra por su nueva vida; en Lottie una mujer adulta conjura su soledad gracias al breve afecto de un joven; y en Vino tinto en Mac Donalds la locuacidad y ternura de una jovencita encandilan a un muchacho, quien descuida la realización de un delito.

            Crónicas de Londres es un libro recomendable, que invita a una dulce languidez. 


Julio Meza Díaz

(Publicado originalmente en la revista literaria El Buen Salvaje Nro. 6).

Conversaciones en la Ciudad de Cartón

Miguel Det y Águeda Noriega.
Conversaciones en la Ciudad de Cartón.

Lima: Contracultura, 2011, 64 p.

Martín Adán es aquel mito cierto que encarnó ora a Rafael de la Fuente Benavides (su verdadero nombre) ora a la poesía misma. Además de la fuerza de su obra, la vida con la que cargó estuvo atravesada por circunstancias verdaderamente singulares. Autor adolescente celebrado por un libro brillante, se autoexilia en el hospital psiquiátrico Larco Herrera y desde allí parte a largas travesía alcohólicas durante las cuales escribe en servilletas y se entrevista con noveles artistas e incluso recibe la visita de gigantes como Allen Ginsberg. Tratar de recoger estos y otros hitos de sus días es un trabajo de difícil realización. Aunque ello se ha logrado en detalladas investigaciones, no se había intentado antes mediante el arte del comic y sus amplias posibilidades expresivas. Este es el desafío al que se han enfrentado Miguel Det y Águeda Noriega y del que en nuestra opinión han salido bien librados y con una victoria estética de valor.

El tejido de los lenguajes

Conversaciones en la Ciudad de Cartón es una biografía de Martín Adán novelada en forma gráfica. Las páginas iniciales nos lo muestran anciano, enfermo y esperando la llegada de la muerte como purificación y acto de libertad final. Luego la historia se dispersa en un transcurrir de voces que se reparten en distintos pasajes y momentos. Entre otros se entremezclan los diálogos de Martín Adán con José Carlos Mariátegui, con Ramón, el hermano fallecido y alter ego del poeta, y con los jóvenes a quienes se confiesa entre bebidas. La línea que vincula estos intercambios es el devenir del personaje central pero también la capacidad de la palabra para gestar un entretejido de reflexiones y cuestionamientos, el cual termina incluso por interpelar al lector y los sucesos más recientes. No por gusto se dedica una página a contrastar la cuidada apariencia de ciertos políticos con sus actos de corrupción y sus endebles discursos. (p. 57) La apuesta es por una permanente construcción de significados.
Para sostener este propósito se elabora una estructura compleja. Se recurre a saltos espacio-temporales entre el Martín Adán adolescente, el joven y el de sus últimos años. También se evidencia las elaboraciones de su mundo interior como su participación en la vida pública. Estos ejes se concatenan hasta conformar un relato envolvente, lo que se puede comprobar revisando cualquier fragmento. Por ejemplo, mientras el espectro de Martín Adán explica sus razones de vida cruza la escena un Charlot borracho y en seguida nos encontramos ante la orden de internamiento del poeta por alcoholismo en 1935. Luego, casi sin respetar la continuidad, nos sorprenden los recuerdos sobre  José María Eguren y César Vallejo. (p. 25-27) Es cierto que estos giros y detalles requieren de un lector atento y entrenado. Sin embargo no dejan de ser atractivos y generar una apasionada lectura.
Un componente llamativo se añade a las anteriores técnicas y se ubica en el centro mismo del libro. Martín Adán luce joven y con el dorso desnudo. Describe los malecones de Barranco y sus jardines. A su espalda gira un mundo rodeado por el vuelo de palomas blancas. (p. 38) Esta viñeta es la dinamo hacia la que se conduce la primera mitad del libro y de donde recomienza el resto. Dicha segmentación parece sugerir dos etapas significativas: la progresiva pérdida de la inocencia y el despertar sexual.

Poesía plástica

Una característica lograda de Conversaciones en la Ciudad de Cartón es la fluidez con que dialogan los versos seleccionados de Martín Adán y el trazo y la composición de los dibujos de Det y Águeda. Esta interconexión entre lenguajes distintos no resbala en ningún momento en la simple reproducción gráfica del contenido escrito. Se apuesta por potenciar los textos con imágenes y lograr así mayores reverberaciones semánticas. Un ejemplo son las páginas dedicadas al paseo que Martín Adán realiza desde el hospital psiquiátrico Larco Herrera hasta una tupida arboleda. Mientras se suceden fragmentos poéticos sobre el amor y el deseo una pareja de amantes reclama su frustración y una mujer que de lejos exhibe un bello semblante revela en la proximidad el rostro de la muerte. (pp. 48-51)
Entre el torrente de imágenes destacan dos constantes. La primera es la obsesión por los claroscuros y las cabelleras imbricadas, elementos que parecieran referir de modo simbólico a la propia estructura del relato. La otra es el empleo de las líneas redondas y amenas, las que tienen como objetivo oxigenar la densidad de la narración. Ambos estilos gráficos están distribuidos buscando compensarse. Con ello se logra imprimir un ritmo armonioso y se enriquece la superficie visual. Este contraste funciona con destacado acierto en el intercambio entre los momentos apacibles de un Martín Adán joven acompañado de su hermano y la desesperación alcohólica en la que cae un Martín Adán envejecido y solitario.
            Párrafo aparte merece la técnica que se emplea para diseñar el fantasma de Martín Adán. Este, que cuando vivo y adolescente recorría la ciudad mediante el tranvía, ahora lo hace en el transporte público conocido como combi. Deja la estela de su presencia en un soliloquio poético enfebrecido y en la contemplación de los demás pasajeros, quienes ya no poseen los rasgos de los limeños de inicios del XX sino los de los actuales habitantes de la capital: una población mestiza con marcados elementos andinos y usuaria de artefactos tecnológicos como el celular. Así, el Martín Adán post mortem es un ente que se perfila a partir de la observación a los otros.

Figuras históricas

Entre otras figuras aparecen en la novela José Carlos Mariátegui, César Vallejo, José María Eguren, Raúl Porras Barrenechea, Estuardo Núñez, Luis Alberto Sánchez, Víctor Andrés Belaúnde y José Jiménez Borja. Si bien estos personajes son empleados para señalar las influencias académicas como políticas de Martín Adán también permiten ubicarlo en determinados momentos de la historia peruana. Cabe señalar que a esta lógica biográfica se le suman los recursos de la ficción pero sobre todo la voluntad de romper prejuicios. Así, estas presencias no son simples monigotes sino sujetos de ricos matices y constante crítica.
Destacan los pasajes dedicados a José Carlos Mariátegui, José Jiménez Borja y Estuardo Núñez.
Martín Adán se entrevista con Mariátegui, quien con un original de La Casa de Cartón en la mano le dice: “¿De modo que usted es el joven de buena familia que quiere publicar irrespetuosos párrafos sobre ella, eh?”. Martín Adán queda lelo y Mariátegui continúa: “Digamos que eso explica porqué no busca a un Riva Agüero para suplicar prólogo…”. (p. 6). Poco después Martín Adán participa en la revista Amauta. Le lee a Mariátegui su más reciente colaboración: “¿Josefina Baker bailando calata? ¿¿Jazz?? ¡Jamás! El repertorio del Amauta se reduce a la internacional, kaswas y yaravíes”. Y añade: “¿Qué le pareció mi reseña, José Carlos?”. Mariátegui responde envuelto en carcajadas: “¡Ahora solo falta que algún lector ingenuo se lo crea!”. (p. 9) El retrato de Mariátegui se detiene en su corrosivo aunque poco famoso sentido del humor. Queda claro su compromiso social y filiación política pero también su amplio juicio estético, el que no se somete a ningún dictado ideológico.
En la misma página se da cuenta de la polémica desatada entre Mariátegui y José Jiménez Borja, quien fuera dirigente de la Acción Social de la Juventud (ASJ). Martín Adán se matricula en algunos cursos de la ASJ, pero Jiménez Borja lo asume como miembro completo de su agrupación católica. Luego de las pullas entre ambos intelectuales por la filiación política de Martín Adán, este cae en la confusión por el escándalo y porque parece sentirse timado. Sin embargo Estuardo Núñez le aclara la circunstancia a su amigo: “¡Calma, Rafael! Esos comehostias de la ASJ solo querían disfrazar su conservadurismo político con una “ideología novedosa””, (pp. 9-10) y un Martín Adán ya mayor agrega, con el panorama observado ahora desde la experiencia: “En mi interior deseé que Mariátegui pagase aquellas horas de angustia que mi participación en Amauta involuntariamente me había causado con un hijo o nieto imbécil de hibridez monstruosa, un “liberal-conservador””. (p. 10).

Invitación

Es una lástima que algunos lectores y críticos peruanos sigan asumiendo  la novela gráfica como un género literario menor. Quizá esto explica que Conversaciones en la Ciudad de Cartón haya pasado casi desapercibido o, lo que es peor, haya recibido comentarios de desdén por su elaboración neobarroca. Sin embargo para nosotros queda claro que este libro de Det y Águeda es un aporte descollante al comic local y un complemento a los esfuerzos biográficos sobre Martín Adán de José Antonio Bravo y Luis Vargas Durand.
Conversaciones en la Ciudad de Cartón es una invitación al mundo del poeta de los lelos y frágiles inviernos de Barranco.



Julio Meza Díaz

(Publicado originalmente en la página web "el roommate: colectivo de lectores").

El Cuento Peruano 2001-2010

El Cuento Peruano 2001-2010
Ricardo González Vigil
Ediciones Copé. Lima, 2013, 2 Vol.

Quizá haya lectores que conozcan a Ricardo González Vigil solo por los artículos y reseñas que ha escrito para el diario El Comercio desde hace varios lustros. De ser así cabe una enmienda. González Vigil (GV) es un crítico literario de sólida formación y larga trayectoria. Entre otros temas sus trabajos han abordado los desarrollos creativos de figuras centrales de la literatura peruana como el Inca Garcilaso de la Vega, César Vallejo, José María Arguedas y Gamaliel Churata. Estos aportes han merecido varios reconocimientos. Por ejemplo la editorial Cátedra acogió un ensayo suyo que presenta la edición de Los ríos profundos (Cátedra, 1998) para el catálogo Letras Hispánicas y su esfuerzo como recopilador y estudioso de la obra completa de Vallejo fue reeditado (PetroPerú, 2012). Sus investigaciones se han detenido también en los autores de las décadas del 50 y 60, lo que se aprecia en el tomo Años decisivos de la narrativa peruana (San Marcos, 2008). Paralelamente ha ejercido las labores de conferencista y docente universitario. Sus credenciales académicas entonces no son pocas. Y fundándose en ellas se ha empeñado en la que tal vez sea su obra monumental: la compilación de los más destacados cuentos peruanos.
Aunque no han sido publicados en el orden en el que los presentamos, este proyecto parte con el libro El cuento peruano hasta 1919 (Copé, 1992) y prosigue con los dedicados a los lapsos de 1920-1941, 1942-1958, 1959-1967, 1968-1974, 1975-1979, 1980-1989 y 1990-2000. Sin embargo la tarea no ha concluido. GV ha sacado recientemente a la luz El cuento peruano 2001-2010.
En esta entrega han sido 69 los textos elegidos, los que si bien no mantienen un nivel de calidad parejo constituyen un muestrario importante del estado en que se encuentra la prosa última en el país. Quizá lo más debatible sea el criterio de selección. Se ha optado por las publicaciones de algunos escritores aparecidos en períodos precedentes, lo cual se ha justificado con el alto valor estético de sus cuentos. En ocasiones, el compromiso de algunos autores con la gestión cultural luce tan relevante como el mérito estético, puesto que ese dato es el que se subraya en la página que se les dedica. El marco empleado ha sido así bastante amplio. No obstante, aunque esta apertura quizá no permite identificar límites claros, nos revela que en GV subyace una voluntad inclusiva y, sobre todo, no pontificante.
            Esta preocupación dialógica por las diversas aristas de la literatura peruana se puede apreciar en varios elementos. Aunque la sección reservada a la narrativa de ficción es la más extensa, se ha consagrado un espacio a la etnoliteratura y la tradición oral, formas literarias que no son atendidas por otros críticos pero que GV recoge y analiza. En este apartado destaca la presencia de Luis Urteaga Cabrera, quien antaño rompiera fuego con Los hijos del orden (Mosca azul, 1973) y ahora con el mismo talento acopia luminosas historias de la Amazonía como La navegación. A contra corriente de quienes lo han tachado como un académico centrado únicamente en la narrativa realista, en esta oportunidad GV no solo confirma su interés por lo fantástico y la ciencia ficción (lo cual motivó en el pasado sus escritos sobre José Durand y José Adolph), sino también señala a dos relatos circunscritos en dichos géneros como los mejores del conjunto: El inventario de las naves de Alexis Iparraguirre e Historia de Manuel de Masías, el hombre que creó el rocoto relleno y cocinó para el diablo de Carlos Herrera. GV coincide así con especialistas del tema como Gonzalo Portals, Elton Honores y Daniel Salvo, y da cuenta de cómo la vertiente no-realista de la literatura peruana ha ensanchado su cauce durante los últimos años. Aquí corresponde resaltar el interés de GV por Carlos Herrera, verdadero talento aparecido a fines de 1980 y que en su momento no fue leído con atención por algunos reseñistas de diarios. Recordemos que Herrera posee al menos dos libros brillantes, los que ojalá consigan una pronta reedición: la novela Blanco y negro y el conjunto de relatos Crueldad del ajedrez. GV no desdeña ni invisibiliza a autores que si bien no han sido seleccionados han realizado una fecunda tarea de magisterio mediante talleres de creación. Entre ellos menciona a Alonso Cueto e Iván Thays, quienes han dirigido una escuela de escritura en el centro cultural de la PUCP.
            Otro aspecto llamativo es la referencia a ciertas “argollas” o “mafias” literarias que, en palabras del antologador, “solo toleran que se conceda migajas del mercado editorial (incluso lo hacen para disfrazar sus tentáculos y sostener ladinamente que nadie es excluido) a los que no pertenecen a ellas, en particular a los que osan atentar contra su poder” (pág. 25). Esta declaración se agrega a otras del mismo corte, las que han sido expuestas en varios artículos de la revista de literatura Siete Culebras dirigida por Mario Guevara, en las entrevistas de Las preguntas del Ornitorrinco (Orem, 2010) de Ricardo Ayllón y en el libro de crítica y memoria Poesía en rock (Altazor, 2011) de Carlos Torres Rotondo y José Carlos Yrigoyen. En seguida GV trata de dirimir la disputa en que se envolvieron diversos escritores, periodistas e intelectuales el 2005. Censura que el debate ideológico haya virado al plano del ataque personal y se opone al maniqueísmo que implica asumir la existencia de escritores “andinos” y “criollos”. Se posiciona más bien en la perspectiva de Luis Nieto Degregori y Zein Zorrilla, quienes continúan el trazo de Arguedas y Churata y entienden lo andino como la suma de una raíz que se funda y nutre de la herencia cultural y una espesura que no desconoce sino respira la multiplicidad de su entorno y de lo universal. Finalmente da cuenta de los riesgos de la globalización (o “bobalización”, como la denomina) pues esta tiende a allanar las diferencias bajo un único modelo estético, menoscabando la riqueza literaria que se origina en la convivencia de discursos heterogéneos.
El Cuento Peruano 2001-2010 es una invitación a profundizar en nuestras voces y ratifica a Gonzalez Vigil como un crítico valioso que intenta comprender sin mezquindades el devenir de la literatura peruana. 

Julio Meza Díaz

(Publicado originalmente en la revista literaria El Buen Salvaje Nro. 7).