Miguel Det y Águeda Noriega.
Conversaciones
en la Ciudad de Cartón.
Lima: Contracultura, 2011, 64 p.
Martín Adán es aquel mito
cierto que encarnó ora a Rafael de la Fuente Benavides (su verdadero nombre)
ora a la poesía misma. Además de la fuerza de su obra, la vida con la que cargó
estuvo atravesada por circunstancias verdaderamente singulares. Autor
adolescente celebrado por un libro brillante, se autoexilia en el hospital
psiquiátrico Larco Herrera y desde allí parte a largas travesía alcohólicas durante
las cuales escribe en servilletas y se entrevista con noveles artistas e
incluso recibe la visita de gigantes como Allen Ginsberg. Tratar de recoger estos
y otros hitos de sus días es un trabajo de difícil realización. Aunque ello se ha
logrado en detalladas investigaciones, no se había intentado antes mediante el
arte del comic y sus amplias posibilidades expresivas. Este es el desafío al
que se han enfrentado Miguel Det y Águeda Noriega y del que en nuestra opinión
han salido bien librados y con una victoria estética de valor.
El
tejido de los lenguajes
Conversaciones
en la Ciudad de Cartón es una biografía de Martín Adán novelada
en forma gráfica. Las páginas iniciales nos lo muestran anciano, enfermo y
esperando la llegada de la muerte como purificación y acto de libertad final.
Luego la historia se dispersa en un transcurrir de voces que se reparten en
distintos pasajes y momentos. Entre otros se entremezclan los diálogos de
Martín Adán con José Carlos Mariátegui, con Ramón, el hermano fallecido y alter
ego del poeta, y con los jóvenes a quienes se confiesa entre bebidas. La línea
que vincula estos intercambios es el devenir del personaje central pero también
la capacidad de la palabra para gestar un entretejido de reflexiones y
cuestionamientos, el cual termina incluso por interpelar al lector y los sucesos
más recientes. No por gusto se dedica una página a contrastar la cuidada
apariencia de ciertos políticos con sus actos de corrupción y sus endebles
discursos. (p. 57) La apuesta es por una permanente construcción de
significados.
Para sostener este propósito
se elabora una estructura compleja. Se recurre a saltos espacio-temporales entre
el Martín Adán adolescente, el joven y el de sus últimos años. También se
evidencia las elaboraciones de su mundo interior como su participación en la
vida pública. Estos ejes se concatenan hasta conformar un relato envolvente, lo
que se puede comprobar revisando cualquier fragmento. Por ejemplo, mientras el
espectro de Martín Adán explica sus razones de vida cruza la escena un Charlot borracho
y en seguida nos encontramos ante la orden de internamiento del poeta por alcoholismo
en 1935. Luego, casi sin respetar la continuidad, nos sorprenden los recuerdos
sobre José María Eguren y César Vallejo.
(p. 25-27) Es cierto que estos giros y detalles requieren de un lector atento y
entrenado. Sin embargo no dejan de ser atractivos y generar una apasionada
lectura.
Un componente llamativo se
añade a las anteriores técnicas y se ubica en el centro mismo del libro. Martín
Adán luce joven y con el dorso desnudo. Describe los malecones de Barranco y
sus jardines. A su espalda gira un mundo rodeado por el vuelo de palomas
blancas. (p. 38) Esta viñeta es la dinamo hacia la que se conduce la primera
mitad del libro y de donde recomienza el resto. Dicha segmentación parece
sugerir dos etapas significativas: la progresiva pérdida de la inocencia y el
despertar sexual.
Poesía
plástica
Una característica lograda
de Conversaciones en la Ciudad de Cartón
es la fluidez con que dialogan los versos seleccionados de Martín Adán y el
trazo y la composición de los dibujos de Det y Águeda. Esta interconexión entre
lenguajes distintos no resbala en ningún momento en la simple reproducción
gráfica del contenido escrito. Se apuesta por potenciar los textos con imágenes
y lograr así mayores reverberaciones semánticas. Un ejemplo son las páginas dedicadas
al paseo que Martín Adán realiza desde el hospital psiquiátrico Larco Herrera
hasta una tupida arboleda. Mientras se suceden fragmentos poéticos sobre el
amor y el deseo una pareja de amantes reclama su frustración y una mujer que de
lejos exhibe un bello semblante revela en la proximidad el rostro de la muerte.
(pp. 48-51)
Entre el torrente de
imágenes destacan dos constantes. La primera es la obsesión por los claroscuros
y las cabelleras imbricadas, elementos que parecieran referir de modo simbólico
a la propia estructura del relato. La otra es el empleo de las líneas redondas
y amenas, las que tienen como objetivo oxigenar la densidad de la narración.
Ambos estilos gráficos están distribuidos buscando compensarse. Con ello se
logra imprimir un ritmo armonioso y se enriquece la superficie visual. Este contraste
funciona con destacado acierto en el intercambio entre los momentos apacibles
de un Martín Adán joven acompañado de su hermano y la desesperación alcohólica
en la que cae un Martín Adán envejecido y solitario.
Párrafo
aparte merece la técnica que se emplea para diseñar el fantasma de Martín Adán.
Este, que cuando vivo y adolescente recorría la ciudad mediante el tranvía,
ahora lo hace en el transporte público conocido como combi. Deja la estela de su presencia en un soliloquio poético
enfebrecido y en la contemplación de los demás pasajeros, quienes ya no poseen
los rasgos de los limeños de inicios del XX sino los de los actuales habitantes
de la capital: una población mestiza con marcados elementos andinos y usuaria
de artefactos tecnológicos como el celular. Así, el Martín Adán post mortem es un
ente que se perfila a partir de la observación a los otros.
Figuras
históricas
Entre otras figuras aparecen
en la novela José Carlos Mariátegui, César Vallejo, José María Eguren, Raúl
Porras Barrenechea, Estuardo Núñez, Luis Alberto Sánchez, Víctor Andrés
Belaúnde y José Jiménez Borja. Si bien estos personajes son empleados para
señalar las influencias académicas como políticas de Martín Adán también
permiten ubicarlo en determinados momentos de la historia peruana. Cabe señalar
que a esta lógica biográfica se le suman los recursos de la ficción pero sobre
todo la voluntad de romper prejuicios. Así, estas presencias no son simples
monigotes sino sujetos de ricos matices y constante crítica.
Destacan los pasajes dedicados
a José Carlos Mariátegui, José Jiménez Borja y Estuardo Núñez.
Martín Adán se entrevista
con Mariátegui, quien con un original de La
Casa de Cartón en la mano le dice: “¿De modo que usted es el joven de buena familia que quiere publicar
irrespetuosos párrafos sobre ella, eh?”. Martín Adán queda lelo y Mariátegui
continúa: “Digamos que eso explica porqué no busca a un Riva Agüero para
suplicar prólogo…”. (p. 6). Poco después Martín Adán participa en la revista Amauta. Le lee a Mariátegui su más
reciente colaboración: “¿Josefina Baker bailando calata? ¿¿Jazz?? ¡Jamás! El
repertorio del Amauta se reduce a la internacional, kaswas y yaravíes”. Y
añade: “¿Qué le pareció mi reseña, José Carlos?”. Mariátegui responde envuelto
en carcajadas: “¡Ahora solo falta que algún lector ingenuo se lo crea!”. (p. 9)
El retrato de Mariátegui se detiene en su corrosivo aunque poco famoso sentido
del humor. Queda claro su compromiso social y filiación política pero también
su amplio juicio estético, el que no se somete a ningún dictado ideológico.
En la misma página se da
cuenta de la polémica desatada entre Mariátegui y José Jiménez Borja, quien
fuera dirigente de la Acción Social de la
Juventud (ASJ). Martín Adán se matricula en algunos cursos de la ASJ, pero
Jiménez Borja lo asume como miembro completo de su agrupación católica. Luego
de las pullas entre ambos intelectuales por la filiación política de Martín
Adán, este cae en la confusión por el escándalo y porque parece sentirse timado.
Sin embargo Estuardo Núñez le aclara la circunstancia a su amigo: “¡Calma,
Rafael! Esos comehostias de la ASJ solo querían disfrazar su conservadurismo
político con una “ideología novedosa””, (pp. 9-10) y un Martín Adán ya mayor
agrega, con el panorama observado ahora desde la experiencia: “En mi interior
deseé que Mariátegui pagase aquellas horas de angustia que mi participación en
Amauta involuntariamente me había causado con un hijo o nieto imbécil de
hibridez monstruosa, un “liberal-conservador””. (p. 10).
Invitación
Es una lástima que algunos
lectores y críticos peruanos sigan asumiendo
la novela gráfica como un género literario menor. Quizá esto explica que
Conversaciones en la Ciudad de Cartón haya
pasado casi desapercibido o, lo que es peor, haya recibido comentarios de
desdén por su elaboración neobarroca. Sin embargo para nosotros queda claro que
este libro de Det y Águeda es un aporte descollante al comic local y un
complemento a los esfuerzos biográficos sobre Martín Adán de José Antonio Bravo
y Luis Vargas Durand.
Conversaciones en la Ciudad de Cartón es una invitación al
mundo del poeta de los lelos y frágiles inviernos de Barranco.
Julio Meza Díaz
(Publicado originalmente en la página web "el roommate: colectivo de lectores").