jueves, 16 de mayo de 2013

Los caminantes de sonora


Varios Autores.
Los caminantes de Sonora.
Lima: Ediciones Copé, 2013, 424 p.

Que en nuestro país una empresa, sea pública, privada o mixta, invierta en cultura es algo tan extraño como un vaso de agua en medio del desierto. Que la misma empresa mantenga desde hace más de treinta años una tenaz apuesta por la literatura es un acto que no solo impresiona, sino también despierta respeto y esperanza. Este es el caso de Petro Perú, quien con buena voluntad promueve y mantiene el Premio Copé. Este galardón puede interpretarse como un ejemplo que encara a los nuevos tecnócratas y su limitado discurso de responsabilidad social: no solo lo autosustentable en términos económicos merece atención. ¿O acaso todo se explica y justifica por las leyes del mercado? Cabe entonces un agradecimiento a Petro Perú y, sobre todo, a su Departamento de Relaciones Corporativas.

Los caminantes de Sonora es el tomo que reúne a los cuentos ganadores y finalistas del más reciente Premio Copé. El cuento que mereció el primer lugar, y del que se ha extraído el título para el libro, es obra de Christ Gutiérrez-Rodríguez, quien ha logrado trazar un tenso relato sobre la violencia que sufren los inmigrantes que cruzan ilegalmente la frontera estadounidense. El tema es muy actual. Ha sido abordado por narradores de distintas partes de Latinoamérica (por ejemplo, Eduardo González Viaña en El corrido de Dante y Edmundo Paz Soldán en Norte) y es objeto de numerosos estudios desde las Ciencias Sociales y el Derecho. Otros cuentos de interés son El libro de la sabiduría de Alejandro Neyra y Lo que sabemos de Neri de Miguel Ruiz Effio. El primero echa mano de elementos históricos para construir una biografía absurda con logrados pasajes humorísticos. El siguiente posee una estructura que sigue la lógica de las instalaciones de las artes plásticas: reúne textos de distintas voces e incluso manuscritos y fotografías.

Resulta curioso no hallar cuentos de ciencia ficción, sobre todo si se aprecian los ensayos del crítico local Elton Honores, quien ha argumentado con rigor y pertinencia que nuestra tradición posee destacados representantes del género y que en la actualidad son muchos los autores que construyen su obra recogiendo estas influencias, entre otras de la misma estética.

Los caminantes de sonora es una atractiva muestra de las posibilidades del relato breve. Su lectura es recomendable.


Julio Meza Díaz

(Publicado originalmente en la revista literaria El Buen Salvaje Nro. 5).

Bienvenido a mi vida, dictador


Alejando Herrera
Bienvenido a mi vida, dictador
Lima, Borrador Editores, 2012, 260 p.

En la novela de Alejandro Herrera, narrador de Ancash que reside actualmente en Londres, la influencia de los textos de largo aliento de Edgardo Rivera Martínez es notoria. La realidad circundante sirve sobre todo como telón de fondo a la historia privada de los personajes. Salvo hechos precisos (como cuando se menciona a la Reforma Agraria) lo que se subraya son los conflictos interiores de Víctor Salvador y su nieta Luisa. Esta última mantiene un diario íntimo, en el cual proporciona detalles sobre sus experiencias de colegiala y su amor por la literatura. Un claro guiño a Claudio, protagonista de País de Jauja, se da cuando Luisa, que proviene de la sierra peruana, escribe un cuento titulado Medea muere en su mar gris.

Esta influencia, sin embargo, es utilizada a modo de puerto de partida. La novela de Herrera no se desarrolla entorno de la conjunción feliz de la cultura occidental y andina. Su propósito más bien es visibilizar una fuente de violencia: el poder subyugante de una presencia paterna omnívora. Víctor Salvador es la cabeza de una familia importante de Vilcabamba, Apurímac. Forjó su riqueza a través de triquiñuelas legales y actos abusivos. Su avaricia se complementó con una mirada machista y dominante. Cuando decidió formar familia recurrió a un acto de compraventa para conseguir pareja. Buscando un sucesor varón se rodeó de hijas y ahora las intenta someter mediante la fuerza, el chantaje y la humillación. La arbitrariedad de Víctor Salvador llega a trastornar incluso la vida de sus nietos.  

Párrafo aparte merece la construcción de los personajes femeninos. No solo destacan los matices de la personalidad de Luisa, sino también los de otras mujeres. Por ejemplo Isabel, que, pese a su carácter agrio y ansioso, mantiene un amor secreto; o Claudia, que, si bien no comparte muchos intereses con Luisa, encuentra en ella una amiga con quien charlar sin inhibiciones. Curiosamente, en su diario íntimo, Luisa escribe sus impresiones luego de leer Madame Bovary y se pregunta cómo un hombre pudo describir tan bien la psicología de una mujer. Quizás alguna lectora pueda expresar algo semejante al respecto de la novela de Herrera.

Aunque pudo alcanzar mayores logros con una prosa más cuidada, Bienvenido a mi vida, dictador posee las suficientes virtudes como para convertir su lectura en una agradable experiencia.


Julio Meza Díaz

(Publicado originalmente en la revista literaria El Buen Salvaje Nro. 4).

La señora M. y otras historias germinales


Andrés Olave.
La señora M. y otras historias germinales.
Edita El Gato Descalzo, 2012, 60 p.
Se descarga gratuitamente en: http://wp.me/pjTg-1Uw

Aunque posee un potencial de difusión muy amplio, el libro digital aún está relegado en nuestro medio. Esto no ha desanimado a algunas editoriales, las cuales han guiado sus esfuerzos hacia esta forma de publicación. Entre ellas tenemos a Edita El Gato Descalzo, quien ya viene compartiendo con sus lectores más de diez títulos. Uno de estos es La señora M. y otras historias germinales.

Deudores del universo kafkiano, estos relatos están teñidos de elementos fantásticos y, sobre todo, de atmósferas opresivas y absurdas. Así se aprecian, por ejemplo, la historia de Hammels, carpintero, quien recibe en violenta caída desde el cielo tres mesas de madera; la de los compañeros de trabajo de Jonás Herbert, el cual cae en las profundidades filosas de un aserradero; y la de Madame Leverage, quien se somete a las peores humillaciones con tal de no abandonar un raro rito.

Aunque de distinta temática, los textos comparten dos elementos claves. Los personajes aparecen siempre vinculados al oficio que ejercen. Este pareciera no solo conseguirles su sustento, sino también empujarlos a un destino inexorable. Quizás el dolor de Abdulla Mandrullah se explica por su trabajo de afilador de cuchillos; la soledad de Hueders Nicholson, por la fama que ha conseguido como actor de cine; y el extraño deseo post mortem de Lester del Rey, por su  labor de escritor de ciencia ficción.

El otro elemento destacado es el uso del “cliffhanger”, recurso narrativo que se emplea por lo común en las series de televisión. Este consiste en detener una escena en el momento de mayor suspenso, lo cual genera interés en la audiencia por el siguiente episodio. En el caso del libro de Andrés Olave no hay continuación que resuelva la tirantez de los conflictos. Sin embargo esto no frustra al lector, sino más bien le abre las puertas a una experiencia polisémica.   

Junto a Eduardo Cuturrufo, Andrés Olave ha publicado también la novela de ciencia ficción Proyecto Apocalipsis (Arica: Ediciones Cinosargo, 2011). La señora M. y otras historias germinales ha confirmado su singular talento.


Julio Meza Díaz

(Publicado originalmente en la revista literaria El Buen Salvaje Nro. 3).

Sol de Tokyo


Francisco Joaquín Marro
Sol de Tokyo
Editorial Casa Tomada, 352 páginas.

Sol de Tokyo es una novela construida a la manera de la picaresca del Siglo de Oro español. No solo el modo en que presenta sus capítulos así lo evidencia, sino también las características de su personaje principal, homónimo del autor. Francisco es una suerte de hidalgo empobrecido en una ciudad que lo maltrata por su condición económica, su terco rechazo a los estudios universitarios y su apuesta por la creación literaria.

Atraviesa Sol de Tokyo otra novela, la cual, en clave cómica, detalla las aventuras de Sergio, un joven migrante que pugna por hacerse un lugar en los ambientes académico y periodístico. El contrapunto entre las historias de Francisco y Sergio nos revela una ciudad enferma por el racismo silencioso, la hipocresía del doble discurso y la pugna por la mejora laboral a toda costa.

Es curiosa la forma en que la narración se detiene en circunstancias claves de la historia reciente del país, la que aborda no desde el retrato fidedigno, sino mediante una reelaboración arbitraria pero funcional de los hechos. El mismo método se emplea para ironizar sobre el espacio literario limeño y sus diversas opciones estéticas.

Quizás al autor se le pueda apuntar a Bryce Echenique como principal influencia (lo que pareciera sugerir el pasaje en que dialogan Francisco y Martín Romaña). Sin embargo, salvo por su vocación para la verborrea entretenida, Francisco Joaquín no comparte con Bryce temáticas ni perspectivas del mundo.

Son varias las virtudes de Sol de Tokyo. Entre ellas podemos señalar su humor cáustico, que apela tanto a la cultura de masas como a los vínculos librescos; su prosa amigable, que linda a ratos con el ensayo pero jamás resbala en el postulado dogmático o partidario; su atmósfera absurda, que se elabora a través de las peripecias de sus protagonistas; y su ambición artística, que se refleja en la multitud de técnicas recogidas y en el certero uso de ellas para gestar una ficción divertida e inteligente.

Sol de Tokyo es una novela voluminosa, pero sobre todo es un texto tan rico en matices y referencias que, sin ninguna duda, merece una mayor atención del público y la crítica.


Julio Meza Díaz

(Publicado originalmente en la revista literaria El Buen Salvaje Nro. 2). 

Norte


Edmundo Paz Soldán
Norte
Barcelona. Mondadori, 2011. 282 págs.

Jesús es un joven psicópata que trepa como polizonte a los trenes para evitar a la policía. Martín es un talentoso artista plástico recluido en un sanatorio para discapacitados mentales. Michelle atraviesa una búsqueda sentimental mientras prepara los primeros bocetos de una novela gráfica. Los tres son latinos; se ubican en tiempos distintos pero en un mismo espacio: el ancho y ajeno territorio de los Estados Unidos.

Narrada con soltura, Norte se va construyendo a través de páginas que exhiben la miseria de hogares fracturados, que se detienen en la soledad del desarraigo, que hilvanan el complejo fluir de la conciencia. Esta vocación intimista hace de Norte no tanto una novela sobre migrantes, como una sobre la búsqueda de la felicidad. Jesús la vislumbra regando con sangre su turbulento camino; Martín la acaricia en la construcción de un rico universo estético; la suma de ambas experiencias (de Tánatos y Eros, respectivamente) allanan el camino para Michelle, quien se encuentra a sí misma en el espejo de su obra.

Norte incrementa su interés gracias a su discurrir momentáneo por el género policial. Esto le inyecta tensión a los sucesos y permite que los personajes se cuestionen sobre la violencia y sus implicancias. Destacan las reflexiones del sargento Fernández: “Todos los asesinos podían ser reducidos a una serie discreta de actitudes, obsesiones, compulsiones. Pero a todas [estas] ficciones les faltaba algo: “lo inexplicable”, aquello que no remitía a nada” (Pág. 201).

Un descuido se le puede reprochar a la novela: algunos de sus personajes secundarios son acartonados. Por ejemplo, Renata, la esposa de Jesús. Ella es una mujer ingenua, sumisa, que nunca sospecha nada de su pareja y que le perdona incluso las palizas que le propina. Ni siquiera cuando conoce el prontuario criminal de Jesús sale de su rol inverosímil.

Norte es una novela que a ratos deslumbra por sus escenas, que no permite ser abandonada por el buen engarce de sus historias y que, sobre todo, entretiene.

Julio Meza Díaz

Una misma noche


Leopoldo Brizuela
Una misma noche
Alfaguara, 2012, 276 páginas.

"Y es que Borges ha ido a comer con Videla. Y dice que Pinochet es, sin duda, un caballero. Y hace un culto de sus ancestros militares. Y a la vez es el único que me abre la posibilidad de un destino, que no sea ser padre, ni médico de policía, ni policía, ni muerto", reflexiona Leo Bazán, protagonista de Una misma noche, ante el laberinto político que le tocó vivir. Leo cuida de su anciana madre, da clases a jóvenes con intereses literarios y se ocupa en la elaboración de una novela. El robo a la casa de unos vecinos le gatilla el recuerdo de la violencia que ha tratado de olvidar. En 1976, durante la dictadura militar argentina, un grupo de paramilitares irrumpió en su hogar. Mientras hacían las preguntas de rigor, Leo se dedicó a tocar su piano.

¿Por qué reaccionó de este modo? ¿Quiso complacer a los paramilitares o demostrar que no era un simple “negrito”? A partir de estas preguntas la escritura para Leo sirve a modo de conexión entre el pasado y el presente, pero “no como quien informa, sino como quien descubre”. Así, las revelaciones se sucederán unas tras otras, en una suerte de policial sentimental, en donde no importa tanto el encontrar a los culpables como el reconstruir los trozos esparcidos de una identidad que se ha gestado en medio del horror. En su búsqueda, Leo saltará de la ficción a la historia y, por último, al sueño, pues, como apunta uno de los personajes, “quizá no haya verdad que la imaginación no intuya”.

Abandonadas las perspectivas maniqueas, Leo (y el lector) siente que las dudas lo señalan desde el espejo. “¿Solo acusamos para no ver que el mal que habita en el otro también acecha en uno?”.

Aunque a ratos resbala en el melodrama, Una misma noche es recomendable por su prosa transparente, la tensión a la que somete al lector y su reivindicación de la esencia intocable de lo humano: la dignidad. 

Julio Meza Díaz

(Publicado originalmente en la revista literaria el Buen Salvaje Nro. 1).