El
Cuento Peruano 2001-2010
Ricardo
González Vigil
Ediciones
Copé. Lima, 2013, 2 Vol.
Quizá
haya lectores que conozcan a Ricardo González Vigil solo por los artículos y reseñas que ha escrito para el
diario El Comercio desde hace varios lustros.
De ser así cabe una enmienda. González Vigil (GV) es un crítico
literario de sólida formación y larga trayectoria. Entre otros temas sus
trabajos han abordado los desarrollos creativos de figuras centrales de la
literatura peruana como el Inca Garcilaso de la Vega, César Vallejo, José María
Arguedas y Gamaliel Churata. Estos aportes han merecido varios reconocimientos.
Por ejemplo la editorial Cátedra acogió un ensayo suyo que presenta la edición
de Los ríos profundos (Cátedra, 1998)
para el catálogo Letras Hispánicas y su
esfuerzo como recopilador y estudioso de la obra completa de Vallejo fue reeditado
(PetroPerú, 2012). Sus investigaciones se han detenido también en los autores
de las décadas del 50 y 60, lo que se aprecia en el tomo Años decisivos de la narrativa
peruana (San Marcos, 2008). Paralelamente
ha ejercido las labores de conferencista y docente universitario. Sus
credenciales académicas entonces no
son pocas. Y fundándose en ellas se ha empeñado en la que tal vez sea su obra
monumental: la compilación de los más destacados cuentos peruanos.
Aunque
no han sido publicados en el orden en el que los presentamos, este proyecto
parte con el libro El cuento peruano hasta 1919 (Copé, 1992) y prosigue con los dedicados a
los lapsos de 1920-1941, 1942-1958, 1959-1967, 1968-1974, 1975-1979, 1980-1989
y 1990-2000. Sin embargo la tarea no ha concluido. GV ha sacado
recientemente a la luz El cuento peruano
2001-2010.
En
esta entrega han sido 69 los textos elegidos, los que si bien no mantienen un
nivel de calidad parejo constituyen un muestrario importante del estado en que
se encuentra la prosa última en el país. Quizá lo más debatible sea el criterio
de selección. Se ha optado por las publicaciones de algunos escritores
aparecidos en períodos precedentes, lo cual se ha justificado con el alto valor
estético de sus cuentos. En ocasiones, el compromiso de algunos autores con la
gestión cultural luce tan relevante como el mérito estético, puesto que ese
dato es el que se subraya en la página que se les dedica. El marco empleado ha
sido así bastante amplio. No obstante, aunque esta apertura quizá no permite
identificar límites claros, nos revela que en GV subyace una voluntad inclusiva
y, sobre todo, no pontificante.
Esta preocupación dialógica por las
diversas aristas de la literatura peruana se puede apreciar en varios elementos.
Aunque la sección reservada a la narrativa de ficción es la más extensa, se ha consagrado
un espacio a la etnoliteratura y la tradición oral, formas literarias que no
son atendidas por otros críticos pero que GV recoge y analiza. En este apartado
destaca la presencia de Luis Urteaga Cabrera, quien antaño rompiera fuego con Los hijos del orden (Mosca azul, 1973) y
ahora con el mismo talento acopia luminosas historias de la Amazonía como La navegación. A contra corriente de
quienes lo han tachado como un académico centrado únicamente en la narrativa
realista, en esta oportunidad GV no solo confirma su interés por lo fantástico
y la ciencia ficción (lo cual motivó en el pasado sus escritos sobre José
Durand y José Adolph), sino también señala a dos relatos circunscritos en dichos
géneros como los mejores del conjunto: El inventario de las naves de Alexis Iparraguirre e Historia de Manuel de Masías, el hombre que creó el rocoto relleno y
cocinó para el diablo de Carlos Herrera. GV coincide así con especialistas
del tema como Gonzalo Portals,
Elton Honores y Daniel Salvo, y da cuenta de cómo la vertiente no-realista de
la literatura peruana ha ensanchado su cauce durante los últimos años. Aquí
corresponde resaltar el interés de GV por Carlos Herrera, verdadero talento aparecido a fines de
1980 y que en su momento no fue leído con atención por algunos reseñistas de
diarios. Recordemos que Herrera posee al menos dos libros brillantes, los que
ojalá consigan una pronta reedición: la novela Blanco y negro y el conjunto de relatos Crueldad del ajedrez. GV no desdeña ni invisibiliza a
autores que si bien no han sido seleccionados han realizado una fecunda tarea
de magisterio mediante talleres de creación. Entre ellos menciona a Alonso
Cueto e Iván Thays, quienes han dirigido una escuela de escritura en el centro
cultural de la PUCP.
Otro aspecto llamativo es la
referencia a ciertas “argollas” o “mafias” literarias que, en palabras del
antologador, “solo toleran que se conceda migajas del mercado editorial
(incluso lo hacen para disfrazar sus tentáculos y sostener ladinamente que
nadie es excluido) a los que no pertenecen a ellas, en particular a los que
osan atentar contra su poder” (pág. 25). Esta declaración se agrega a otras del
mismo corte, las que han sido expuestas en varios artículos de la revista de
literatura Siete Culebras dirigida
por Mario Guevara, en las entrevistas de Las
preguntas del Ornitorrinco (Orem, 2010)
de Ricardo Ayllón y en el libro de crítica y memoria Poesía en rock (Altazor, 2011) de Carlos Torres Rotondo y José
Carlos Yrigoyen. En seguida GV trata de dirimir la disputa en que se
envolvieron diversos escritores, periodistas e intelectuales el 2005. Censura
que el debate ideológico haya virado al plano del ataque personal y se opone al
maniqueísmo que implica asumir la existencia de escritores “andinos” y
“criollos”. Se posiciona más bien en la perspectiva de Luis Nieto Degregori y
Zein Zorrilla, quienes continúan el trazo de Arguedas y Churata y entienden lo
andino como la suma de una raíz que se funda y nutre de la herencia cultural y
una espesura que no desconoce sino respira la multiplicidad de su entorno y de
lo universal. Finalmente da cuenta de los riesgos de la globalización (o
“bobalización”, como la denomina) pues esta tiende a allanar las diferencias bajo
un único modelo estético, menoscabando la riqueza literaria que se origina en
la convivencia de discursos heterogéneos.
El Cuento Peruano 2001-2010 es una invitación a profundizar
en nuestras voces y ratifica a Gonzalez Vigil como un crítico valioso que
intenta comprender sin mezquindades el devenir de la literatura peruana. Julio Meza Díaz
(Publicado originalmente en la revista literaria El Buen Salvaje Nro. 7).
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